Unas reflexiones desordenadas sobre lo que nos está pasando
PARTE 1
Lo impensable hace unos meses ahora no sólo es perfectamente aceptable, sino deseable. En política económica ya habían caído algunos dogmas en la Gran Recesión (Quantitative Easing), pero ahora estamos yendo mucho más allá en nuestro viaje hacia la heterodoxia. El Banco de Inglaterra… ¡se ha puesto a imprimir billetes para financiar los gastos extraordinarios del Gobierno de Su Majestad para afrontar la pandemia! Lo nunca visto. Es la Teoría Monetaria Moderna, tan denostada por la ortodoxia económica, que se está colando por la puerta de atrás, aunque les cueste reconocerlo a muchos. En la UE, de momento Alemania y sus secuaces no quieren ni oír hablar de esto, pero tiempo al tiempo… Otro ejemplo es la Renta Básica, más o menos universal según los casos, que ha pasado de ser un tema de discusión en círculos minoritarios y alejados del poder real, a ser recomendada hasta por los guardianes de la más estricta ortodoxia económica. Ahora va a resultar que las políticas de estímulo de la demanda agregada son necesarias y necesitan de la RB… cosas veredes amigo Keynes.
Lo irrepetible se repite antes de que lo hayamos olvidado en las brumas del pasado lejano. La generación, que accedió o intentó acceder al mercado de trabajo en medio de la Gran Recesión (2008-2013) se enfrentó a un panorama desolador: desempleo, salarios bajos, pérdida de derechos laborales, precariedad,… Se les dijo que era un acontecimiento que ocurría como máximo una vez por generación, algunos dijeron que una vez cada siglo… Sin embargo, en poco más de diez años otro golpe “del siglo”… cuando muchos, la mayoría, no se han recuperado ni alcanzado unas condiciones económicas y laborales dignas. Conviene intentar ponerse en su lugar para entender algunas claves de lo que viene.
Lo insostenible puede sostenerse más allá de lo que creíamos soportable. Llevamos ya mucho tiempo oyendo que el nivel de deuda que hemos alcanzado es insostenible, pero ello no ha sido óbice para que siguiera creciendo o en niveles muy altos; ahora le vamos a dar un colosal empujón a esta montaña de deuda. Desde que en los años ochenta se empezaran a desacoplar las subidas de los salarios reales que empezaron a quedarse atrás de las subidas de la productividad, el consumo se ha sostenido aumentando la deuda. Primero la privada, que luego transferimos a los Estados (la deuda pública de España en el año 2008 estaba por debajo del 40% del PIB, al finalizar la crisis había subido por encima del 100%). Y ahora no queda otra que aumentar esa deuda para hacer frente a los estragos de la pandemia… ¿es esto sostenible? ¿Hasta cuándo?
Fragilidad y resiliencia han pasado a ser conceptos clave a partir de ahora en el diseño de políticas y sistemas. Las cadenas globales de suministro han demostrado durante muchos años ser eficaces y eficientes, pero eran frágiles, y estamos viviendo las consecuencias: problemas de suministros médicos, fábricas paradas por falta de componentes, … El diseño de los sistemas sanitarios, incluidos los mejores como el nuestro, no han resistido bien la pandemia, y habrá que aprender la lección. Aumentar la resiliencia, la capacidad de hacer frente y superar circunstancias traumáticas, tanto de personas como de sistemas y organizaciones será prioritario a partir de ahora. Entre otras cosas, esto va a suponer algún paso atrás en el proceso de globalización con la relocalización o reshoring de actividades productivas, un proceso que ya había empezado y que se va a acelerar.
La pandemia ha puesto en cierto modo a cada uno en su sitio, y nos ha obligado a pensar en cuáles son las actividades relevantes que han estado en primera línea de fuego contra el virus, pero que de hecho lo están todos los días desde siempre para que nuestra sociedad compleja funcione. Médicas y enfermeras, limpiadoras y cuidadoras, cajeras de supermercado y reponedoras, … sí, en femenino porque son todas actividades donde la presencia de la mujer es mayoritaria. Pero también transportistas, repartidores, agricultores y ganaderos, … Son los que han mantenido la nave a flote y todos tienen una característica común: “disfrutan” de unos salarios bajos y en muchos casos de escaso reconocimiento social. De momento les aplaudimos a las ocho sin faltar una tarde. ¿Vamos a quedarnos en los aplausos o vamos a hacer algo para darles el trato y reconocimiento que merecen?
¡Os contamos más en nuestra siguiente publicación!
Autor: Rafael Ramos
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